Pero la jugada le salió mal: la fiscalía seguirá hurgando en su presunto encubrimiento real, un delito que huele a podredumbre palaciega.

El caso no es menor. Según los fiscales, Boluarte habría usado el vehículo presidencial, apodado “El Cofre”, para ayudar a Vladimir Cerrón, líder de Perú Libre y prófugo condenado por corrupción, a escapar sin dejar rastro.

Ni registros de entrada ni salida: un operativo tan burdo como sospechoso.

La investigación también salpica al exministro del Interior, Juan José Santiváñez, acusado de colaborar en esta maniobra para blindar al exgobernador de Junín. La Justicia, lejos de ceder a las presiones del poder, demuestra que no se doblega.

Con este fallo, el mensaje es claro: nadie, ni siquiera la presidenta, está por encima de la ley.

Mientras Boluarte se tambalea en el sillón presidencial, el Ministerio Público avanza, decidido a destapar la verdad detrás de sus manejos turbios. El “Cofre” no solo guarda secretos, sino pruebas de una gestión que apesta a corrupción. Y la justicia, con paso firme, va por ella.