Boluarte, en caída libre: sus escándalos y mala gestión le pasaron factura y se convirtió en la presidenta menos querida

La presidenta Dina Boluarte se consolida como una de las mandatarias más rechazadas de Sudamérica, según un reciente estudio de CB Consultora.
Con apenas un 22.3 por ciento de aprobación y un aplastante 73.7 por ciento de desaprobación, la jefa de Estado peruana se ubica en el penúltimo lugar de un ranking regional que evalúa a nueve líderes, solo por encima del boliviano Luis Arce (21.2 por ciento de apoyo).
La encuesta, realizada entre el 14 y 20 de junio con 12,000 personas en diez países, refleja el desplome de una gestión golpeada por escándalos, como su decisión de pausar el mando para someterse a cirugías estéticas, un acto que ha sido visto como una burla a las urgencias nacionales.
El sondeo de CB Consultora, que compara a Boluarte con figuras como Javier Milei (53.5 por ciento de aprobación en Argentina), Daniel Noboa (52.4 por ciento en Ecuador) o incluso Nicolás Maduro (29.5 por ciento en Venezuela), evidencia un rechazo transversal. En mayo, su imagen positiva ya era la peor de la región (19.8 por ciento), y la tendencia no mejora.
A nivel local, una encuesta de Datum Internacional para El Comercio es aún más lapidaria: solo un 3 por ciento de peruanos aprueba su gestión, un récord negativo en más de 40 años, mientras un 94 por ciento la desaprueba, cifra sostenida por más de un año. En el norte del país, su apoyo cae al 2 por ciento, y en los sectores más pobres, al 1 por ciento.
El desprestigio no se limita a Boluarte. Su jefe de gabinete, Eduardo Arana, tiene un 78 por ciento de rechazo, y el Congreso apenas reúne un 8 por ciento de aprobación.
En un intento por defenderse, la presidenta habló el fin de semana en Aymaraes, Apurímac, donde afirmó que su gobierno es un “referente” regional y que sus críticos buscan “desestabilizar la democracia”.
Sin embargo, sus palabras chocan con una realidad donde la percepción ciudadana la castiga por priorizar vanidades sobre el país.
Mientras Boluarte se aferra al discurso de las “obras”, su abandono temporal del cargo para retoques estéticos y la falta de respuestas a las crisis sociales la hunden en un descrédito que parece irreversible.