Ante un auditorio de escolares, docentes y padres, Boluarte no solo celebró la entrega de una infraestructura con 26 aulas, laboratorios, biblioteca, talleres artísticos y áreas verdes, sino que también arremetió contra sus detractores.

“Son ciegos ante las obras, pero no mudos para las críticas”, lanzó, en un tono que buscaba más titulares que soluciones. Calificó a sus opositores como “desleales con la patria” y aseguró que las críticas, lejos de debilitarla, “recargan” su compromiso de seguir en el poder hasta 2026.

El colegio Ignacio Merino, reconstruido por la Autoridad Nacional de Infraestructura (ANIN), es un acierto: aulas sismo resistentes, drenaje pluvial contra el Fenómeno El Niño y espacios pensados para el futuro.

Pero el mérito de la obra se diluye en el discurso de una presidenta que, en lugar de asumir los errores de su gestión, se envuelve en un feminismo trucho para esquivar responsabilidades. Acusar de machismo a quienes señalan sus políticas erráticas no es empoderamiento; es una cortina de humo.

Boluarte tuvo en Talara una plataforma para mostrar liderazgo, pero optó por el enfrentamiento. Su retórica de “ciegos, sordos y no mudos” no tapa las grietas de una administración cuestionada por escándalos y desconexión con la ciudadanía.