No hay día en este 2025 en que el país no llore una muerte violenta. El promedio diario de homicidios oscila entre cinco y seis, cuando hace apenas dos años no superaba los cuatro. Según el analista Juan Carvajal, esta escalada no es solo un aumento en números, sino una señal de la regularidad con la que el crimen organizado y el sicariato se han apoderado de las calles.

Si esta tendencia continúa, advierte, podríamos cerrar el año con un promedio de ocho asesinatos diarios, una estadística que colocaría al Perú entre los países más inseguros del mundo.

El sicariato, alimentado por el crimen organizado, se ha convertido en el motor de la violencia. Las disputas por el control de territorios, rutas de transporte y sectores informales de la economía han transformado ciudades en campos de batalla. Mototaxis, colectivos y buses, ahora en manos de mafias que lavan dinero y perpetúan su dominio, son el escenario de asesinatos entre bandas rivales.

Como señaló Juan Carlos Liendo, exministro del Interior, en Buenos Días Perú, el país sufre un “abandono estatal” que se arrastra desde el gobierno de Pedro Castillo y se ha agravado bajo la actual gestión.

Mientras Boluarte prioriza los intereses de las élites y la economía formal, los espacios vulnerables han sido entregados al crimen. La debilidad institucional, marcada por la falta de políticas efectivas y una policía desbordada, permitió que bandas locales y extranjeras fortalezcan su influencia política y económica.