La historia viviente
Perfiles

Robert Schumann y la enfermedad mental

En Robert Schumann, la enfermedad mental y la creatividad están inextricablemente asociadas.

Por el doctor José Manuel López Tricas (*)

El historial médico del compositor Robert Schumann, fallecido en el año 1856 a los 46 años, es casi tan complejo como su música, y tan apasionante como su no menos apasionado romanticismo.

En Robert Schumann, la enfermedad mental y la creatividad están inextricablemente asociadas, con vínculos mucho más estrechos que en cualquier otro compositor.

Esta relación tiene su traslación en muchos de sus intérpretes, actuales y pasados, que mantienen vigente su maravilloso legado artístico.

Desde hace algunos años, han surgido programaciones de conciertos de compositores a los que hoy día diagnosticaríamos como enfermos maníaco-depresivos. Un ejemplo fue un programa de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, California, Estados Unidos, que bajo el título “Schumann’s Beautiful Mind” (“La mente maravillosa de Schumann”) trató de explorar la mente de compositores con trastorno bipolar, creadores de inspiradas e inmortales obras de música clásica.

Algunos musicólogos han tratado de hallar en las composiciones postreras de Schumann rastros de su ya entonces grave deterioro mental. Estos análisis han influido tanto en los intérpretes como en los escuchantes. Indirecta, o tal vez deliberadamente, esta visión influye y orienta la percepción de su música. La psiquiatría no solo pudo influir en la composición sino en la percepción con que se recibe su música más de siglo y medio después.

En el DVD “Music and the Mind: The Life and Works of Robert Schumann” (Touchstar Productions), Richard Kogan, profesor de Psiquiatría de la Universidad de Cornell, y pianista formado en la Julliard School declara que el “Carnaval Opus 9” no podría haber sido escrito por un compositor que no padeciese una enfermedad bipolar. Y añade: la partitura esconde, en clave de notas musicales, un catálogo de la enfermedad bipolar. La manera en que la música de esta pieza revolotea es, a juicio de Richard Kogan, una exteriorización de los pensamientos ilógicos y desorganizados característicos de un episodio maníaco en un enfermo maníaco-depresivo. Toda una lección médico-musical.

El empleo de la música de Robert Schumann como evidencia diagnóstica tiene una larga historia. En el año 1906 el psiquiatra germano Paul Julius Möbius, publicó una patografía del compositor. Paul Julius Möbius proponía que la enfermedad mental era un síntoma de degeneración hereditaria. Según Möbius, de la escucha de la música de Robert Schumann cabía inferir que se trataba de una persona extremadamente nerviosa. Era evidente que ya desde su primera juventud, Schumann estaba mentalmente enfermo. El diagnóstico que Möbius realizó ex mortis fue “dementia praecox”, una enfermedad que hoy denominamos esquizofrenia.

El diagnóstico de Franz Richarz, el médico que asistió a Robert Schumann en el asilo mental de Endenich, donde falleció, fue parálisis progresiva causada por un exceso de trabajo que le dejó exánime.

A ello también contribuyó que el prominente violinista Joseph Joachim (a quien Schumann dedicó su “Concierto para Violín”) declarase que la composición de la obra la llevó a cabo el compositor bajo condiciones de extenuación. Así se llegó a la paradójica situación según la que mientras los psiquiatras buscaban la enfermedad mental en las partituras de sus composiciones, los músicos trataban de hallar los matices de sus notas en el conocimiento de las precarias condiciones mentales bajo las que se compuso.

A finales del siglo XIX el término exánime (o exhausto) dejó de considerarse una explicación para la enfermedad mental. La psiquiatría de la época buscó en la herencia la raíz de la enfermedad mental de Robert Schumann.

Los estudios de Möbius dieron lugar a un nuevo concepto acerca de la salud mental de Robert Schumann. Una enfermedad hereditaria como la esquizofrenia o la enfermedad maníaco-depresiva, a diferencia del agotamiento, debería dejar su impronta a lo largo de todas las composiciones del músico, no solo en las tardías. La popularidad de este punto de vista se debe enmarcar en la reorientación de la psiquiatría alemana de la época que auspiciaba la concepción hereditaria de la enfermedad mental en detrimento de los factores ambientales.

En las primeras décadas del siglo XX el consenso científico sobre la herencia de la enfermedad mental contribuyó a alimentar los temores acerca de la degeneración social, que en otros ámbitos se denominó neodarwinismo social, una interpretación simplista y errónea de la teoría de la evolución con las trágicas consecuencias socio-políticas que todos conocemos. Además se tenía la certidumbre en aquella época que las enfermedades mentales estaban en auge. Y estas aseveraciones otorgaron autoridad y credibilidad a las teorías eugenésicas. En este contexto, Cesare Lombroso, profesor italiano de antropología criminal y forense, creyó hallar vínculos entre la genialidad y la inestabilidad mental. Esta asociación, nunca demostrada, echó raíces en las creencias populares, que han perdurado durante muchos años.

En Alemania se llevaron a cabo varios estudios sobre la herencia de la habilidad musical. El más notable relacionado con Robert Schumann fue un texto del año 1925. Se evaluaron a más de 100 familiares de Schumann, no todos músicos. La “herencia patológica” enturbió los resultados, por otra parte de muy dudosa fiabilidad. Tal estigma hereditario fue una obsesión de la psiquiatría germana durante la década de 1930 y primeros años de la trágica década siguiente.

Tras la llegada al poder del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán en 1933, y el consiguiente nombramiento como canciller de Adolf Hitler, se promulgó una ley que ordenaba la esterilización de cualquiera que fuese diagnosticado de esquizofrenia o enfermedad maníaco-depresiva (justamente los dos diagnósticos que se solían asociar con Robert Schumann). Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se tuvo conocimiento que alrededor de 400.000 personas habían sido esterilizadas de manera forzosa; y alrededor de 70.000 habían sido directamente ejecutadas. Y todo esto mientras se aludía a los compositores alemanes (Schumann entre ellos) como paradigmas de la superioridad de la raza aria.

La muerte de Robert Schumann en un asilo mental planteaba un problema para la psiquiatría y la propaganda nazi. El estreno de su último “Concierto para Violín” en el año 1937 fue un intento de Joseph Goebbels, a la sazón ministro de propaganda, para reemplazar el “Concierto de Violín” de Mendelssohn, tan querido para él, pero prohibido por motivos raciales (Felix Mendelssohn, coetáneo de Schumann y también de corta vida, pertenecía a una prominente familia de origen judío, aunque se convirtió al protestantismo añadiéndose el apellido Bartholdy).

La propaganda nazi trató de restañar la honorabilidad de Robert Schumann afirmando que había fallecido a consecuencia de una demencia de origen vascular desencadenada por la hipertensión, y no por la degeneración progresiva causada por la esquizofrenia o la enfermedad maníaco-depresiva. Schumann, y su familia, quedaban así “limpios” de degeneración hereditaria. La mentira suficientemente repetida termina por ser verdad, según una conocida paremia atribuida a Joseph Goebbels. Y así, este diagnóstico ex mortis perduró hasta la década de 1980, a pesar de los estudios de psiquiatras británicos (Eliot Slater y Alfred Meyer) que abogaban por la patología maníaco-depresiva y la sífilis. [Antes del inicio de la utilización de la penicilina a mediados de la década de 1940, los asilos mentales o manicomios estaban llenos de enfermos de sífilis en estadios terminales].

La producción de Robert Schumann se ajusta a temporadas maníacas (muy creativas) y otras de profunda depresión (sin apenas composiciones musicales).

Un libro del Dr. Jamison, publicado en el año 1993 con el título “Touche With Fire: Maniac-Depressive Illness and the Artistic Temperament” (Free Press), ejemplifica a muchos artistas que sufren de enfermedad bipolar, haciendo hincapié en la relación entre crisis maníacas y genialidad.

En 1991 los registros médicos de Robert Schumann desaparecieron del asilo de Endenich. Aribert Reimann, compositor berlinés cuya hermana se había casado con un hijo de Franz Richarz, psiquiatra que atendió a Schumannn en sus últimos años, heredó los registros médicos con una cláusula que le obligaba a mantenerlos en secreto. Después de un tiempo los entregó a la Academia de las Artes de Berlín.

Finalmente, los registros se hicieron públicos en el año 2006. Solo algunas páginas se habían perdido, muy probablemente durante la Segunda Guerra Mundial. Se infiere de estos informes médicos que Robert Schumann murió de las secuelas neurológicas de la sífilis. El diagnóstico confirmatorio de sífilis no era posible hasta comienzos del siglo XX, y Schumann falleció en 1856. Además, los informes médicos no siempre son concordantes, dificultando aún más extraer conclusiones. Añadamos que la psiquiatría fue enormemente manipulada durante el siglo XX por intereses político-sociales; y los mismos hechos han recibido interpretaciones discrepantes, incluso contradictorias. Nada ha sido resuelto. Solo nos queda su música sobresaliendo de un tormentoso mar de apasionado romanticismo.

(*) Farmacéutico especialista en Farmacia Hospitalaria, Zaragoza, España.

Lectores: 376

Envianos tu comentario